CORNELIA
Se veía venir,
con la cadencia que deja una sola huella arrastrándose,
y el volumen que horada superficies,
desenfundar tu zapatilla para que tus seis dedos se aferren con fuerza a este nidito,
la dermis erosionada por donde las gotas de sudor forman surcos que parecen dibujar los rostros de antiguos elefantes.
No quisiera olvidar la pelambre que decora tu testa y que dibuja una cascada de desechos químicos como si de una batalla de esquirlas metálicas se tratara,
la ceja izquierda que viaja en una dirección errática extendiéndose y difuminándose como una cicatriz espartana,
esas pestañas que la combustión convirtió en el holocausto de algún Dios;
imposible obviar tu nariz que narra con su silueta la batalla aérea de los carroñeros,
esos labios recubiertos permanentemente de una materia viscosa entre azulada y verdosa que se multiplica cada vez que profieres algún vocablo .
Tus ojos que imitan los agujeros negros que los astrónomos han documentado en sus investigaciones,
tal vez porque absorben toda la luz que llega a ellos o porque los párpados siguen la seña de algún surco de constelación ;
tus irrepetibles dientes que evocan la tosquedad e irregularidad de las cordilleras,
el torso del cual parecen brotar un par de pálidas protuberancias coronadas por monedas de bronce desgastadas;
las zarpas que rematan tus brazos abarcándome en cada apretón de afecto acaso hasta dejarme sin vida
y por supuesto tu sexo imitación de algún abisal feroz que carente de visión muerde con violencia lo que se le acerca como si del último bocado que fuera a consumir se tratara.
Faltarían páginas para hacer justicia con esta descripción a la magnanimidad de tu apariencia, lo avasallante de tu aspecto que no importando el lugar en donde te encuentre nunca pasa desapercibido.
Son incontables los días en que haces parte de mis pesadillas, creo que es así, por el tormento que me causa no contemplarte sin descanso.
Y cuando nos fundimos en la intimidad no puedo evitar pensar que estoy siendo absorbido por algún molusco tentacular que expulsa un espeso líquido negro cuando alcanza el clímax .
Para limpiarme ese petróleo necesito varios días de extenuante estropajo, negándome a retirarlo de mí sin que evidencie tus mimos genitales.
Anhelo la revancha para que nuestro enfrentamiento corporal nos funda en una sola masa amorfa y gelatinosa que vague por los confines de la galaxia.
Espero con desespero chacal que mis restos te sirvan de alimento siendo uno contigo lo que resta de tus kilométricos intestinos.
Ahora prefiero ir a buscarte no vaya a ser que algún pretendiente te arrebate de mis huesudos brazos.
EltragaoXXX.