No todos dan el paso y se ocultan tras sus pliegues, saben del humo que dejaron los salvajes, de la peste que se huele en el ambiente. Los sepulta la visión del regreso sangriento, procesan lentamente el alimento con la fuerza trituradora de otras eras.
miércoles, 24 de febrero de 2010
FUNDADOR
Aunque todo vaya dejando sobre la piel un reguero
En aquel día, iré al paso de esta canción, Tell me to the end of love. En aquel día buscaré silencio. Será al amanecer del domingo. Pensaré en ella. Siempre en ella. Y por momentos la sentiré detrás de mí, hurgándome la espalda. Y olfatearé su rastro. Y no me dejará mover ni una mano. Ni un pensamiento. Todo yo estaré ahí olfateándole el rastro. Totalmente. La encontraré. Le besaré la boca. Hablaremos del silencio, como siempre. Y el caset disparándose en la grabadora. Y sus palabras. Y en aquel día no me podré mover; ni una mano, ni un pensamiento. Esperará un minuto, dos, tres. Y dirá, me voy. Y volteará el caset. Otra vez Tell me to the end of love. Se irá. En aquel día el silencio se hará más profundo: dirá desde la puerta, antes de cerrar ¿Silencio? está sonando el caset, ¿no lo escucha? ¿No? Pondrá sus palabras al viento. Al aire. Quebrará cualquier noción filosófica del vació. Y en ese río quieto de mis pensamientos moveré unas palabras y le diré sin hablar: este silencio no se llena con nada, mi amor. Y en aquel día moveré mis manos. Con la derecha la despediré. Con la izquierda apretaré el gatillo. La bala entre sus hermosos ojos negros.
Antonio Usuga Monsalve
En aquel día, iré al paso de esta canción, Tell me to the end of love. En aquel día buscaré silencio. Será al amanecer del domingo. Pensaré en ella. Siempre en ella. Y por momentos la sentiré detrás de mí, hurgándome la espalda. Y olfatearé su rastro. Y no me dejará mover ni una mano. Ni un pensamiento. Todo yo estaré ahí olfateándole el rastro. Totalmente. La encontraré. Le besaré la boca. Hablaremos del silencio, como siempre. Y el caset disparándose en la grabadora. Y sus palabras. Y en aquel día no me podré mover; ni una mano, ni un pensamiento. Esperará un minuto, dos, tres. Y dirá, me voy. Y volteará el caset. Otra vez Tell me to the end of love. Se irá. En aquel día el silencio se hará más profundo: dirá desde la puerta, antes de cerrar ¿Silencio? está sonando el caset, ¿no lo escucha? ¿No? Pondrá sus palabras al viento. Al aire. Quebrará cualquier noción filosófica del vació. Y en ese río quieto de mis pensamientos moveré unas palabras y le diré sin hablar: este silencio no se llena con nada, mi amor. Y en aquel día moveré mis manos. Con la derecha la despediré. Con la izquierda apretaré el gatillo. La bala entre sus hermosos ojos negros.
Antonio Usuga Monsalve
lunes, 22 de febrero de 2010
miércoles, 17 de febrero de 2010
MUTAR
RUTINA
Abriendo los ojos sin poder recobrar las ventanas que desaparecieron
Asfixiado por respirar siempre de la misma forma
Por no poder reinventar la salida del sol o las gotas de lluvia
Igual al levantarse sanear con extremo cuidado los rincones sucios de la anatomía
Adherido al eterno sueño que se parece tanto a estar despierto
Aumentando la velocidad de mis neuronas 0 a 1000 como a punto de despegar
Y luego flexionar los músculos para que adquieran consistencia
Para que repitan secuencias que se hacen costumbre, que se hacen esculturas
Que permiten disipar en un cansancio doloroso y voluntario
El instante de inercia que se rompe, la imposible condición de lo que no acaba.
Precipitación refrescando la armadura que nos transita por la existencia.
Oprimimos los botones rehaciendo la operación conforme pasan los días y vuelven a ser principio.
Pero si nadamos en la fisonomía de quien abre nuestras dimensiones perdidas, de quien adjunta una oración silenciosa a cada bajo sentimiento, de quien perpetua instante, de quien es único por perderse entre la multitud, de quien grita inaudiblemente en el deslizar de la piel.
¿Podremos reconocernos?
EL HOMBRE MEDIO
Abriendo los ojos sin poder recobrar las ventanas que desaparecieron
Asfixiado por respirar siempre de la misma forma
Por no poder reinventar la salida del sol o las gotas de lluvia
Igual al levantarse sanear con extremo cuidado los rincones sucios de la anatomía
Adherido al eterno sueño que se parece tanto a estar despierto
Aumentando la velocidad de mis neuronas 0 a 1000 como a punto de despegar
Y luego flexionar los músculos para que adquieran consistencia
Para que repitan secuencias que se hacen costumbre, que se hacen esculturas
Que permiten disipar en un cansancio doloroso y voluntario
El instante de inercia que se rompe, la imposible condición de lo que no acaba.
Precipitación refrescando la armadura que nos transita por la existencia.
Oprimimos los botones rehaciendo la operación conforme pasan los días y vuelven a ser principio.
Pero si nadamos en la fisonomía de quien abre nuestras dimensiones perdidas, de quien adjunta una oración silenciosa a cada bajo sentimiento, de quien perpetua instante, de quien es único por perderse entre la multitud, de quien grita inaudiblemente en el deslizar de la piel.
¿Podremos reconocernos?
EL HOMBRE MEDIO
falk. 1983. nieve.
Un cargamento de dura nieve sobre mis espaldas. un cargamento de dura nieve.
El hocico de un perro blanco. Estoy afuera y nieva...
El aturdidor sonido de peces largos en largas peceras bajo tierra.
Estoy completamente solo. Aturdido y solo.
Y no deja de caerme esta gruesa capa de sal y música. Este atardecer es lo peor que tiene la vida.
Casi oscuro. Estoy mutando a otro elemento. Soy cada vez más raro en este envase de piel humana.
Soy lo que se seca...
Mírame,
con tus largos ojos bronceados
con tus ojos de higo sin pestañas
mánchame de tierra la boca. La superficie árida donde he llorado tanto.
Nadie te perdonara. Ni te lastimara. Ni violentamente te arrojara a la pared para ver el encenderse de tu cabello...
Esta noche no.
Esta noche olerás el perfume de las cosas inauditas bajo tu cama
y mientras te deleitas en pasearte por la alfombra de mi habitación feroz,
un acontecimiento blanco rasgara tu sed...
Pez sin labios.010
El hocico de un perro blanco. Estoy afuera y nieva...
El aturdidor sonido de peces largos en largas peceras bajo tierra.
Estoy completamente solo. Aturdido y solo.
Y no deja de caerme esta gruesa capa de sal y música. Este atardecer es lo peor que tiene la vida.
Casi oscuro. Estoy mutando a otro elemento. Soy cada vez más raro en este envase de piel humana.
Soy lo que se seca...
Mírame,
con tus largos ojos bronceados
con tus ojos de higo sin pestañas
mánchame de tierra la boca. La superficie árida donde he llorado tanto.
Nadie te perdonara. Ni te lastimara. Ni violentamente te arrojara a la pared para ver el encenderse de tu cabello...
Esta noche no.
Esta noche olerás el perfume de las cosas inauditas bajo tu cama
y mientras te deleitas en pasearte por la alfombra de mi habitación feroz,
un acontecimiento blanco rasgara tu sed...
Pez sin labios.010
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